Siempre que voy a Madrid hay dos cosas que no dejo pasar: una, cenar en Alfredo's y la otra, desayunar en la chocolatería San Ginés. Y en esta última visita no dejamos pasar ni la una ni la otra, pero hubo tiempo para ir a las famosas pastelerías Mallorca para desayunar.
Quizás no os suene, quizás os diga algo, quizás alguno lo recordareis por ser la pastelería donde Alaska y Mario compran algunos canapés para América, madre de Alaska (que dicho así queda raro con tanto continente-país). El caso que mi madre, que no tiene nombre ni de continente ni de país ni rarezas de esas, sugirió que desayunásemos en la pastelería que teníamos cerca del hotel, en la calle Velázquez. A decir verdad lo teníamos enfrente, y ahora que lo pienso ¿teníamos desayuno en el hotel? No recuerdo.
Bueno, pues eso, que fuimos allí mis padres y yo, donde pedimos tres zumos de naranja, dos cafés, un colacao, un croissant a la plancha y dos bocadillitos. La verdad es que así como la zona de cocina preparada, bombonería, y pastelería ocupa más de los tres cuartos del local, la zona de la cafetería era menos, apenas había siete mesas altas con sillas, algo incómodo para desayunar con calma. Los tres vasos de zumo, las dos tazas de café, más mi vaso de colacao hicieron que se empezaran a acumular las cosas sobre la mesa. Llegaron nuestros dos bocadillos, uno vegetal con ventresca, unas maravillosas lascas de ventresca de bonito, delicioso; y otro, un bollo suizo con vegetales, jamón serrano y queso fresco. Un poco más tarde, llegó el croissant, algo decepcionante, un croissant pequeñajo, que a penas sacia a una persona un domingo por la mañana, una pena, ya que de sabor estaba bien. Junto con el desyuno, nos dieron dos petit choux (a mi me castigaron sin él los de Mallorca), y tres trocitos de tarta de manzana, deliciosa, un detalle que agradecimos.
Terminamos nuestros cafés-colacao, y salimos del local, no sin antes pasarnos por la zona de los bombones, y comprar 100 gramos de trufas al whisky.
PASTELERÍAS MALLORCA
Pastelerías típicas de la capital, donde todos lo que ofrecen lo elaboran en su propio obrador y cocina. Cuentan con una gran variedad de bocadillitos, bollos suizos con rellenos deliciosos, pastelería de lo más apetecible, y comida preparada que dan ganas de comer hasta para desayunar. Me gustó mucho la selección de productos delicatessen, botes de bonito, verduras... ¡una maravilla! Quizás el trato, no es lo que más me gusta, no porque fuese malo, ni mucho menos, pero quizás su seriedad, o la distancia que toman con el cliente hace que parezca que sólo puede entrar ahí la alta sociedad.
Desayuno para tres, 17€
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