Viernes por la tarde, me llama mi hermano, y me dice, "hermanita, mañana tengo una cena-compromiso-menudomarrón, y me tienes que acompañar, que paso de ir solo". Ese tipo de llamadas, que te caen como una bomba, que te pillan sin nada de preaviso, sin nada en el armario que ponerte, y sin tiempo para comprar.
Pues nada, me dedico a mandar whatsapps en plan SOS a mis amigas, localizo a una que me deja algo para el pelo, otro que me dice que ha visto un vestido "súper mono" a un precio "súper mono" también. Va, salgo de la oficina, compro el vestido, de paso unas medias, vuelo hasta la gran vía para localizar una chaqueta negra, algo imposible en este verano de colores flúor y pasteladas varias, y quedo con una amiga que me va a devolver un vestido, por si acaso el primero falla.
Aterrizo en Ledesma a las ocho y media pasadas, y le digo a mi amiga que la invito a tomar algo en cualquier terraza, la primera que tenga una mesa libre. Al final de la calle, esquina con la calle Berastegui, vemos una mesa, nos sentamos, dejamos las cosas, y con mi subidón me meto en el bar que hay pegando a la mesa: la taberna taurina. Bien, pido un blanco, un zurito con gas (vamos, cerveza con gaseosa en vaso pequeño), me siento, y cuando empiezo a respirar se nos acerca una camarera:
-"Perdonad, estas mesas no son del bar donde habéis pedido. Os dejo quedaros, pero que sepáis que no deberíais estar."
Me giro, miro a la camarera, aguanto la respiración. PUES VALE: LA SIGUIENTE, PONED NOMBRES A LAS MESAS. Y hablo como clienta cabreada, hoy no tengo nada de empatia, sobre todo cuando en una calle peatonal con más bares que metros cuadrados de acera, las mesas se apilan unas con otras, sin saber dónde empieza la de qué bar, y mucho menos pensar que la mesa que esta rozando la puerta de uno no es de ahi. Algunos ya tienen su propio mobiliario, con el nombre del bar (p.e: "El Molinillo") algo de lo más útil, si además de no haber servicio de terraza, no tienes ni pajolera idea de qué mesa es de qué bar. Ni ganas de saberlo, claro, a ciertas horas, una no está para pensar. Y menos para recibir tal corte, seguido del comentario del bar donde has hecho la consumición:
-"Esta terraza no es nuestra, así que luego nos lleváis los vasos a la barra".
Ah pues mira, qué bien, merluzo, se te podía haber ocurrido avisarnos cuando nos has visto llegar, sentarnos, entrar, salir y volver a sentarnos. Entre el mal día que llevaba, el cansancio de la semana, lo último que me apetecía era encontrarme no con uno, sino con DOS camareros que ni están a lo suyo en la terraza, ni explican con cierta amabilidad la confusión que puede darse entre sus clientes la cercanía de las mesas, la falta de algo que nos guíe, y la escasa atención que muestran a los clientes perdidos.
Y sino, que hagan como el bar "El Molinillo", así no hay confusión posible, o al menos un triste servilletero con los nombres de los bares! Enfin, al final, consumimos en los dos, y por cierto nos dejamos una pasta, así que nos merecimos un ratito de estar sentados en la mesa.
Estaba yo sensiblera, y la bronca de dos camareros por dos lados distintos,
me sentó como una patada.
Un poquito de gestión de clientes, señores hosteleros!
Toda la razón, en la Calle Ledesma pasa eso SIEMPRE. Te sientas en una de las terrazas y de repente te dicen que no es la suya, aclárense señores....
ResponderEliminarFeliz lunes bella, que tengas una buena semana!