A finales de diciembre, J' me rescató de los nubarrones que me perseguian en Bilbao para llevarme a Santander. Allí tabién habia nubarrones, pero de otro tipo, de esos que con paraguas y unas Hunter se pasan sin problema.
Y directamente, os enseño la sorpresita que tenia J' preparada para mí: una cena con menú degustación (ni idea de cuanto cuesta, ni cómo se llama el menú) en el Hotel Real de Santander. Sin duda, aluciné cuando llegamos, cuando nos recibieron en el comedor, cuando me ayudaron a sentarme en la mesa (no, no me pasa nada, sólo que un 5* en algo tiene que diferenciarse), y aluciné con unos platos modernos en presentación y en ingredientes, en un entorno y una decoración mucho más tradicional.
Empecé por partida doble, con el carpaccio de salmón y lima, por que al ver que el plato tenia algún tipo de "caviar" de pez desconocido, J' no se la quiso jugar con la alergia, y en vez de pedir otra cosa, decidió que yo debía comerme las dos raciones. Unas láminas finas de salmón con unas espuma ácida por la lima, y una cremita de wasabi que le daba un toque buenísimo
Tras el salmón, otro pescado, merluza a la plancha con una crema suave de pil-pil y su propia piel crujiente. Me encantó el buen sabor del pescado, y la piel que normalmente retiro, esta vez me sorprendió su textura crujiente. Sin duda el pil-pil, un acierto, y salir del pescado con pimientos rojos, que ya aburre.
Tenia ganas de llegar a la carne, al lomo de buey, sobre todo por probar las setas Shimeji. La carne, en su punto, con un acompañamiento de lo más original, y no lo digo por las setas japonesas, sino por los cubitos de piña caramelizada, dando ese punto ácido a la carne. Las setas, la verdad, no estaban mal, pero vaya, que teniendo unos buenos boletus, que se quiten los shimeji estos.
Y la traca final vino con el postre. El camarero nos trajo un plato, muy vistoso, con una especie de puding encerrado en una especie de jaula de chocolate, y cubierto de algodón de azúcar, y un vaso de chupito con una crema, que parecia Baileys. El camarero nos pidió que lo probásemos, por si no nos gustaba, y al darle el visto bueno, roció el algodón de azúcar y éste desapareció, dejando al fondo una sopa de regaliz con crujiente de galleta, el puding al descubierto, y el chocolate que lo recubría. Fantástico el plato y la puesta en escena.
RESTAURANTE EL PUNTAL
Paseo Perez Galdós, 28. Santander.
Un restaurante al que por mí misma no hubiese ido. Son de esos sitios, en los que la media de edad tanto de los empleados como el de los comensales ronda los 60, y hace que dos bilbaínos que rozan (y pasan) la treintena se sientan quizás algo fuera de lugar. Sin embargo ni J' ni yo vimos un mal gesto, un mal de talle ni mucho menos, al contrario, fueron muy amables, tuvimos que pedirles que no nos tratasen de usted, pero por lo demás, ¡todo perfecto!
Me sorprendió muy favorablemente su cocina, no esperaba esos platos con ingredientes tan exóticos, esas presentaciones en diferentes alturas, con volumen y colorido, los platos de pizarra y de diseños modernistas chocaban con la cuberteria antigua, creando un ambiente de lo más especial.
Salmón en carpaccio, con espuma de lima
Merluza!
Las setas nada tienen que hacer con los boletus.
Preparados, listos...
¡YA!
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