Arlobi, 20x3. ¡Felicidades papá!

Soy fan de mi padre. Fan absoluta. De un padre atento, que nos ha llevado a la guarde, al cole, al medico; que se tira una tarde planchando los vestidos de su hija de veintitantos, que acompaña con absoluta paciencia a sus hijos y su mujer por todo el centro madrileño para ir de compras; que es capaz de tirarse 9 horas al volante para llegar a Paris y saludar a su hijo...¡vamos, amor de hija!
Pero es que encima, el tío es un artistas con el bacalao al pil-pil, a la vizcaína, cordero asado, cualquier verdura, pescados de cualquier modo, y hasta se curra él solo (bueno, yo le ayudo a vaciarlo) un txangurro a la donostiarra como dios manda. Ah, y sin olvidar el arroz con leche. Ahí, gana a cualquier cocinero de pantalla pequeña, de estrella michelín o de nombre impronunciable.

Y claro, el fin de semana mi padre cumplía por tercera vez los 20 (chistes de mi padre), y tras un debate en casa de dónde ir a comer, mi madre soltó: "Arlobi!" que chica, a mi padre y a mi, nos sonó a estornudo, la verdad. Pues no, resulta que Arlobi es un restaurante a 2,5km del Gorbea, vamos en un escondite de Álaba donde no lo encontraba ni el recién estrenado Tom-Tom

Mi imaginación va más rápido que la realidad, y nada mas llegar, ya me estaba imaginando una cocina tradicional, sin mucha elaboración. El comedor, sencillo, con una ventanita que apenas dejaba entrar algo de luz, y una capacidad como para unas veinte personas; dos mesas ocupadas, y la nuestra, la tercera. Un amable camarero, nos acercó la carta, y nos comentó que fuera de ella habia hongos salteados, y algún plato de caza. Vamos, que mi padre casi llora de la emoción por lo de la caza, y yo, casi lloro por los hongos. Si es que somos de tal palo tal astilla. Y mi madre riendose de los dos. 

Pues nada, ensalada de pulpo para arrancar, con unos trozos perfectamente cocidos de pulpo, patatas del huerto que veíamos desde la ventana. Muy buen presagio de lo que vendría después. Tras la ensalada, los hongos:

-"Cuidado que el plato quema "- el camarero avisador
-"Aaayyy"-
-"Pero ¿¿tú para qué tocas?? Si te acaban de decir que quema!"- las madres son madres
-"Ya, pero era para comprobarlo"-

Pues sí, el plato quemaba, por algo lo traia con una servilleta. Pero antes que el plato, llegó un olor profundo a monte, a otoño, a hongos con un toque de ajo y guindilla. No nos hizo falta más que probarlos y los tres nos mirábamos disfrutando de ese sabor único. El listón iba subiendo plato a plato.

Nos preparábamos para los platos de caza, los tres sin saber si nos gustarían o no, la verdad, pero no podíamos irnos de allí sin probarlo. Habia pato azulón, solo dos raciones, así que decidimos sacar las dos, y una tercera de ciervo asado, por eso de probar el ciervo. Llegaron los platos, con una presentación perfecta, sencilla, pero con lo importante bien presente. A mi padre y a mi nos sirvieron media ración de pato a cada uno, para que pudiésemos compartir sin problema. Esta vez no toqué el plato, que igualmente, quemaba, pero era algo que agradecimos, así el pato no se enfriaba. Un muslo asado, jugoso, y de muy buen sabor, algo más fuerte que el pato que he probado hasta ahora, pero muy característico. La pechuga, a la plancha, hacia que el plato mezclara dos texturas, potenciando los sabores, acompañados con un puré suave y ácido de manzana.

Impresionados los tres con las buenas cantidades, presentaciones y sabor de los platos, esperábamos curiosos el ciervo. Media ración para el cumpleañero, y media para mí, con tres trozos bien cortados y muy bien presentados. El olor, maravilloso, a carne asada, a monte, como los hongos. Por que ir a comer es cosa de varios sentidos: primero sientes ese olor que te penetra, luego ver la carne rosada en el interior, pero perfectamente sellada, hace que al gusto solo le quede rematar la faena. Al primer bocado a mi padre le resultó algo fuerte de sabor, pero tras el segundo, quedó encantado. Como a mi madre y a mi, que nos encantó, y que acabamos entre las dos. Una carne tersa, sin grasa, de un sabor fuerte, pero agradable, y sin florituras ni cosas que tapen el ingrediente principal.

Maravillados con la comida, de repente, me acordé del arroz con leche de mi padre, de lo bueno que está, y de los boles que aun quedan en el frigo. Pues oye, parece que lo nuestro es obsesión: hojaldre relleno de arroz con leche y tarta de canela. Toma ya. Los dos postres buenísimos, cuidados al detalle, pero ¡me quedo con el arroz con leche de mi querido padre!


ARLOBI
C/ Elizalde 21, Sarria. Álava.

Un lugar privilegiado donde perderse, comer en otoño maravillas como los hongos salteados, o cualquier tipo de caza de las que tienen fuera de carta. Es uno de esos lugares, donde es mejor comer con las especialidades o sugerencias del día. Merece la pena. Una carta sencilla, unos seis siete entrantes, mismo numero de carnes y pescados, y unos pocos postres, suficiente para salir con una muy buena sensación y con ganas de volver.

Cumpleaños familiar, con botella de vino, por menos de 150€ los tres.


Ensalada de pulpo, ¡perfecta!

Hongos salteados. Los habia en revuelto, pero tan buen producto, 
merece la pena comerlo sin más alicientes que los propios hongos.

Pato azulón

Ciervo, oye, un descubrimiento

Tarta de canela, un vicio...

Hojaldre relleno de arroz con leche, casi tan bueno como el de mi padre.


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